El atractivo de la autoridad y las reglas

Domingo 1 de febrero de 2009

Opinión

El atractivo de la autoridad y las reglas

Verónica Giménez Beliveau
Para LA NACION

La presencia dentro del catolicismo de comunidades que plantean diferencias con el magisterio de la Iglesia no es nueva. Desde el punto de vista de las creencias religiosas de sus habitantes, América latina en general y la Argentina en particular son regiones en las que el catolicismo ha sido monopólico y sigue siendo mayoritario. Aun considerando la pluralización de las relaciones sociales que la modernidad conlleva, en el país el 76,5% de la población se define como católica.

Dentro de esta amplia mayoría, que comprende dos tercios de la población, las formas de acercarse a la fe y de practicar la religión son diversas, y hay maneras múltiples de ser católico. Y así como la modernidad produce en ciertos sectores de la sociedad demandas de mayor apertura, más progresismo, más libertades personales, en otros genera angustias, incertidumbres respecto de la vida, el devenir y el futuro, lo que crea un terreno propicio para que grupos que proponen reglas claras y firmes, una estructura de autoridad rígida y explícita, y unos valores identificados como "los de siempre" encuentren espacios para crecer.

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La identidad doctrinal fuerte que las comunidades sostienen hace pocas concesiones al mundo moderno, y plantea una enemistad manifiesta contra los intentos de católicos más progresistas de promover mayores libertades dentro de la Iglesia. Los grupos tradicionalistas crean para sus adeptos espacios sociales limitados y protegidos, con normas claramente establecidas y con establecimientos educativos y religiosos que permiten regular y continuar los rituales y la formación de los jóvenes.

Aunque muy minoritarias incluso dentro del catolicismo, las comunidades tradicionalistas han crecido desde la última mitad del siglo XX en número de grupos y en cantidad de fieles.

Los Legionarios de Cristo surgidos en 1941 en México, el Sodalitium Christianae Vitae nacido en Perú en 1971, el Instituto del Verbo Encarnado fundado en 1984 en la Argentina, son ejemplos de grupos que, al igual que la Fraternidad Sacerdotal San Pio X, liderada por el obispo Marcel Lefebvre pero sin llegar a tan altos niveles de conflicto abierto con las máximas jerarquías eclesiásticas, plantean disidencias al interior del catolicismo que se resuelven a través de negociaciones con la Iglesia.

El resultado de esas negociaciones depende de la flexibilidad de ambas partes, pero sobre todo de la habilidad de las comunidades para no cuestionar determinados principios de autoridad que el papado no puede resignar: la consolidación de la autonomía en la formación de sacerdotes y, sobre todo, el nombramiento de obispos son dos prerrogativas que la Iglesia no cede, y en caso de que los grupos se las atribuyan, provocan rupturas.

No debería sorprendernos que en una época en que el Estado, los partidos políticos y especialmente las mismas instituciones religiosas se ven en serias dificultades para proponer un ordenamiento práctico y de sentido de la vida surjan grupos que, en sectores sociales determinados y sin pretensiones de masividad, ofrezcan con éxito un sistema de organización hiperregulado.

La autora es doctora en Sociología e investigadora del Conicet en el CEIL-Piette.

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1095428

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