Nota de Juan Cruz Esquivel en Le Monde Diplomatique, Argentina - Edición 166 - Abril 2013


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PODER CIVIL Y RELIGIOSO                                                                                 Edición 166 - Abril 2013

Por Juan Cruz Esquivel 
Doctor en Sociología 
CONICET - UNAJ/UBA


La elección de Jorge Bergoglio como máxima autoridad vaticana reactualizó una lógica procedimental y discursiva muy arraigada en la cultura política argentina: las apelaciones a lo religioso (a las instituciones, a sus referentes, al universo de símbolos y lenguajes) bajo la pretensión de transferir legitimidades hacia la arena de la disputa política. 
En este caso, una amalgama de imaginarios y representaciones plasmadas en un repertorio de prácticas "naturalizadas‟ moldea un modus operandi que atraviesa al oficialismo y a la oposición. 

Aquellos resquicios de confesionalidad en la cultura política que parecían adormecidos en los últimos años, parecen haberse recreado con intensidad ante el ascenso de un papa argentino. 
Este diagnóstico no se inspira apenas en el encuentro de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner con Francisco –si bien se trató de un acto entre dos Jefes de Estado, las implicancias de la reunión podrán ser apreciadas en la agenda legislativa y de gobierno en el corriente año. Se nutre fundamentalmente en la desenfrenada carrera desatada en horas nomás por “apropiarse” de la áurea legitimadora del nuevo Sumo Pontífice. 

Por un lado, agrupaciones kirchneristas se vuelcan a participar de las misas como una actividad militante más. Los afiches en el espacio público con la frase “Francisco I: Argentino y Peronista” y la cara de Jorge Bergoglio remiten a una matriz conceptual que integra lo popular y lo católico en tanto díada fundante de nuestra identidad como nación. La misma frase revela también la simbiosis político-religiosa y la marcada disposición de los actores políticos por no disociar ambas esferas. Las intervenciones de muchos de sus dirigentes abrevaban genuinamente a la matriz mencionada, la cual, a su vez, confluía con la estrategia de no dilapidar el capital político y, si fuera posible, incrementarlo con la aproximación al papa. “No regalarle el papa a la oposición”: he aquí la consigna. 

Justamente en el arco opositor, la nominación de Bergoglio como número uno de la Iglesia católica fue interpretada como una oportunidad insospechada para recuperarse en el escenario político nacional. Los conflictos y desavenencias con Néstor Kirchner cuando estaba al frente de la Conferencia Episcopal Argentina y como cardenal de Buenos Aires por un lado, y la afinidad de varios de los referentes de la oposición con Francisco por otro, proyectaban ventajas comparativas en la carrera por posicionarse como “los representantes políticos” del papa en nuestro país. En ese dispositivo estratégico, el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, embanderó el edificio de gobierno y el obelisco -símbolo de la capital- con los colores argentinos y vaticanos. Asimismo, otorgó asueto en todos los colegios de la ciudad, con motivo de la asunción del papa (vale aclarar, idéntica resolución firmaron los gobernadores de Formosa, Chaco, La Rioja y Santa Cruz). Las medidas adoptadas por Mauricio Macri no solo contradicen el artículo 24 de la Constitución de la ciudad de Buenos Aires, referido al carácter laico de la educación pública, sino también violan el principio de neutralidad religiosa del Estado, invistiendo a este último con un componente confesional propio de los regímenes teocráticos. 
No es aventurado imaginar una disputa para ver quién “primerea” en la designación de calles, hospitales, escuelas, autopistas, plazas, estadios, con el nombre del papa Francisco. 

Ahora bien, no estamos frente a un fenómeno novedoso. En la historia argentina, gobiernos de diferentes signos han apelado al apoyo eclesiástico como una de las principales fuentes de legitimidad. Recordemos que los clérigos participaron de la Revolución de Mayo, en la declaración de la independencia de 1816 y en la Constitución Nacional de 1853. Que hasta fines del siglo XIX, los nacimientos, los matrimonios y las defunciones se registraban en las iglesias y las votaciones se hacían en las puertas de los templos. No exentos de momentos conflictivos y de desentendimientos diplomáticos, el catolicismo asumió un papel central en la configuración del modelo de Estado-Nación: merced a su aporte cultural y religioso, contribuyó en el proceso de integración de la sociedad. Tanto en gobiernos democráticos como dictatoriales, la institución católica asumió un papel preponderante en términos de legitimación de los procesos políticos. 
A partir de su fortalecimiento institucional, allá por la década del '30 del siglo pasado, se empeñó por catolizar al Estado, a sus estructuras y a sus cuadros dirigentes. Buscaba así garantizar una presencia activa en el terreno político y social, penetrar con el mensaje evangélico a todas las instituciones y estructuras mundanas. Desde este marco de referencia debemos comprender los entramados de complementariedad que han teñido las relaciones Iglesia-Estado en la Argentina y que permean las cosmovisiones de la política. 

Se ha cimentado en la dirigencia política un repertorio conceptual que visualiza al catolicismo -a sus instituciones y grupos, a su jerarquía, a sus símbolos- como proveedor de legitimidad. Prevalece una cultura política que naturaliza la presencia de la institución católica en la sociedad política, basada en la firme percepción del crédito extra-político que los propios actores suponen que el vínculo con las autoridades eclesiásticas proporciona. 
Para ello, en múltiples oportunidades, se han desprendido de buena parte de las obligaciones de gobierno: han delegado directa o indirectamente en la Iglesia Católica el diseño, la formulación y hasta la implementación de determinadas políticas públicas, fundamentalmente en materia educativa, de planificación familiar y social. 

Gobernantes que consultan a obispos para designar ministros, candidatos que buscan sacerdotes como compañeros de fórmula, la perdurabilidad del Tedéum(1) a nivel nacional que se replica en el plano provincial y municipal, normativas que otorgan un status privilegiado al catolicismo respecto a las demás confesiones religiosas, la presencia de dirigentes políticos en las misas oficiales de la Iglesia, la transmisión de ceremonias católicas en los medios de comunicación oficial, vírgenes entronizadas en el edificios públicos (poder ejecutivo, legislativo, judicial, comisarías, universidades, hospitales, escuelas, aeropuertos, etc.), líderes partidarios que se sienten representados por dignatarios religiosos, visitas periódicas a referentes eclesiásticos para discutir cuestiones de agenda política, son algunos indicadores de un vínculo que ha naturalizado un abanico de prácticas por parte de quienes conducen el gobierno, más allá del signo político, y de quienes conducen la Iglesia católica. 

Esos imaginarios se ven actualizados en momentos crisis políticas o ante acontecimientos que colocan a lo religioso en el centro de la atención mediática y social. Es allí cuando lo religioso gana un espacio como mecanismo sustituto. La presencia social, cultural y política de los actores religiosos -fundamentalmente del catolicismo- instituye a "lo religioso‟ como productor de sociabilidad y como herramienta instrumentalizada desde la dirigencia política para interpelar a la sociedad desde otros escenarios. La baja receptividad del ideario del Estado laico, correlato de esa naturalización de la presencia pública de la Iglesia católica, refuerza el desapego y desinterés de la clase política en autonomizar su praxis de la ascendencia eclesiástica y en anclar las fuentes de legitimidad exclusivamente en el propio campo de la política. 

En la última década, una secuencia de normativas y políticas públicas tendientes a ampliar derechos ciudadanos evidenció un distanciamiento relativo de la Iglesia católica del lugar de interlocutor privilegiado. En la aprobación de las leyes de educación sexual y de matrimonio para personas del mismo sexo, la ratificación del Protocolo Facultativo de la Convención para la Eliminación de toda forma de discriminación contra la mujer (CEDAW), la permisión a la ligadura de trompas y vasectomía como prácticas quirúrgicas de anticoncepción sin necesidad de una autorización judicial; la distribución de la "píldora del día después‟ en los centros de atención primaria y hospitales públicos, su injerencia se mostró limitada. 

Una primera impresión habilitaría a afirmar un claro avance de la laicidad en el escenario argentino. Pero ¿cuántas de estas normativas se traducen en políticas públicas concretas? ¿En qué medida tienden a construir una nueva cultura política, desprovista de fuentes de legitimidad confesional? 
Un análisis más agudo nos permitirá comprender que la aprobación de aquellas normativas responde más a un contexto de profundización democrática, de defensa de los derechos humanos, de incorporación de minorías a umbrales de ciudadanía, de mayor sintonía entre los espacios de representación política y las demandas provenientes de diversos actores sociales. 

Pero las instancias de reconocimiento a nuevos derechos civiles no han derivado en la construcción de una autonomía del poder civil ante el poder religioso como signo del vínculo institucional en el largo plazo. Las disposiciones en materia de salud sexual y reproductiva o incluso, la del matrimonio igualitario, remiten más a la posición de un gobierno -o de algunos funcionarios o legisladores en particular- que a una concepción de Estado arraigada en la clase política. 
Se abre en la actualidad un nuevo escenario político en el que la figura del papa argentino se posiciona como un actor ineludible. No solo por las posibles definiciones o indefiniciones gubernamentales en torno a gestión educativa o en materia de salud sexual y reproductiva. El propio dispositivo político ubicará a Francisco como un protagonista inexorable. Sus homilías serán “traducidas” a favor o en contra. Su visita a la Argentina será motivo de especulaciones y cálculos. Toda acción u omisión del papa será interpretada desde clivajes políticos. Y la propia institución religiosa analizará con los mismos registros cada una de sus decisiones y pronunciamientos. Los tiempos, los gestos y las palabras serán decodificados desde múltiples aristas. 

En definitiva, entra en una nueva fase la política doméstica, convertida en un gran tablero de ajedrez con piezas religiosas que han recobrado mayor centralidad. Un juego, con equilibrios inestables, tensiones internas y también externas, si las organizaciones ligadas a los derechos sexuales y reproductivos consiguieran instalar sus agendas en ese tablero político. Demasiadas encrucijadas para analizar en la política que vendrá. 


(1) Esta ceremonia, que rubrica la „consagración sagrada‟ del poder democrático, es solicitada por los sucesivos presidentes, a pesar de no estar prescripta en ninguna legislación. 




El perfil de Bergoglio 
J.C.E. 

¿Peronista? ¿Moderado? ¿Conservador? ¿Populista? ¿Cómo definir el perfil eclesiástico del ahora papa Francisco? Sin dudas, estamos frente a una personalidad compleja, que desafía los intentos de etiquetamiento. Más aún, las categorías políticas muestran su insuficiencia para describir la estructura de pensamiento y la cosmovisión del actual Sumo Pontífice. 
Es pertinente trazar un cuadro conceptual de referencia para aproximarnos a una caracterización de Jorge Bergoglio que integre sus posicionamientos ideológicos con sus orientaciones pastorales. La apuesta, entonces, es discernir los componentes de su eclesiología. 
Por eclesiología, se entiende un modelo integral de pensar la Iglesia católica, que comprende no sólo los aspectos doctrinarios y litúrgicos, sino también la forma en que la institución instrumenta su presencia en el mundo y el conjunto de postulados que carga consigo para insertarse en el orden temporal y relacionarse con los diversos actores de la sociedad civil y política. Una cosmovisión completa dotada de definiciones y planteamientos para todos los órdenes de la vida social y que además contempla una mirada introspectiva. 
Reconozcamos que resulta más sencillo describirlo por la negativa. No es el papa Francisco una expresión nostálgica del paradigma de la Cristiandad. Basado en principios teológicos monistas, este modelo eclesiológico, en esplendor en la Edad Media y con no pocos adeptos dentro del mundo católico en la actualidad, no renuncia a que la realidad espiritual absorba al mundo de lo temporal. 
Pero tampoco el papa Francisco abona a los postulados de la modernidad que contempla aquellos campos como autónomos y diferenciados. De tradición europeizante, esta línea, inspirada en el documento conciliar "Gaudium et Spes‟, ha sostenido una separación de los dos órdenes: el temporal y el religioso. 
Lejos del modelo de las monarquías medievales, pero lejos también de las repúblicas modernas basadas en los parámetros del liberalismo que al disociar el orden temporal con el religioso, pretendían circunscribir este último al ámbito de la sacristía. Por el contrario, la promoción de una sistemática presencia en el espacio político y social deja entrever el arraigo de una matriz integradora de lo político, lo social y lo religioso en Jorge Bergoglio. La cuestión social y política aparece como inherente a la dimensión cristiana. La misión de la Iglesia está en "este‟ mundo. 

Nota en Revista La Nación 7/04/2013 "Horóscopo: pasión de multitudes"

En http://www.lanacion.com.ar/1570292-horoscopo-pasion-de-multitudes



Domingo 07 de abril de 2013 | Publicado en edición impresa

Horóscopo:pasión de multitudes

¿Por qué hasta los más escépticos caen rendidos a sus pies? Sociólogos, psicoanalistas y seguidores de la astrología explican las causas de este curioso fenómeno
Por Luján Francos  | Para LA NACION







Por convicción, por intriga, por costumbre o por diversión, el horóscopo parece ser más irresistible incluso que lo que reconocen los números. Para algunos es el principio obligado de lectura cuando abren un diario o una revista; para otros, simplemente una diversión, aunque no se atrevan a manifestarlo tan abiertamente. Pero lo cierto es que no pasa desapercibido. ¿A qué se deberá su vigencia en estos tiempos posmodernos?
El sociólogo Damián Setton, investigador del Conicet y doctor en Ciencias Sociales, dice que las prácticas vinculadas al horóscopo son muchas: desde leer el horóscopo del diario como un simple pasatiempo, incluso sin creer demasiado en eso, hasta consultar un astrólogo cotidianamente. "Es una práctica bastante compleja y con varios grados de manifestación. Cuando hablamos del horóscopo, para mí tiene que ver con una cuestión identitaria", reflexiona el especialista.
Por su parte, Joaquín Algranti, sociólogo investigador del Conicet y doctor en Ciencias Sociales, sugiere que el horóscopo supone una forma de establecer relaciones: "Si alguien dice que es de Aries y se lleva bien con las personas de Tauro, es una forma de establecer relaciones donde se pone en juego la capacidad de aprender cuestiones que son visibles inmediatamente, ciertos rasgos fuertes de personalidad".



 
Ilustración: Eva Mastrogiulio. 

¿Y qué dicen los estudios cuantitativos sobre este fenómeno? Según la encuesta de creencias y actitudes religiosas llevada a cabo por el Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del Conicet en 2008, con 2403 encuestados de todo el país, el 6.1 por ciento dice que cree totalmente en el horóscopo; el 22.6 cree en algo de eso; el 69.9 no cree para nada y el 1.3 no sabe/ no contesta. Es decir: casi un treinta por ciento cree mucho o algo, lo cual es un número para nada despreciable si se tiene en cuenta el peso de la palabra creencia. Seguramente si se hubiera propuesto alguna pregunta más relacionada con lo lúdico en vez de la creencia, el resultado habría sido mayor. Así ocurrió en una encuesta que realizó la empresa TGI desde mayo de 2011 hasta abril de 2012 entre lectores de diarios dominicales, que indica que cuatro de cada diez lectores leen el horóscopo.
Además de la cuestión de la propia identidad, está en juego el hecho de pertenecer. Al menos así lo entiende el astrólogo Hugo Bonito, presidente de la Asociación Astrológica Argentina (Astroar). "Creo que a la gente le interesa primero identificarse por su signo, saber que está participando en un diario. Yo creo que muchos saben que el material que consumimos es relativamente válido, porque estamos hablando de generalidades: a todos los Aries no les puede estar pasando lo mismo. Creo que lo que nos gusta es sentirnos identificados y participar. No está mi nombre, pero estoy yo", concluye.
Esta explicación puede ayudar a entender por qué, aunque se trate de predicciones tan generales, el público sigue interesado en saber qué le deparan esas líneas para la próxima semana, tanto en cuestiones de trabajo como de dinero o amor.
"El horóscopo es lo primero que leo de la revista", dice Susana Giorgi, una capricorniana de 60 años que es Dragón en el horóscopo chino. "No es que crea a rajatabla, pero a veces se cumplen las cosas que dice. Me encanta y leo también el horóscopo de mi marido y el de mi hija. Si bien no designa mi vida, es como una opinión más."
En otros casos, el peso del horóscopo puede ser aún mayor. Es lo que le sucede a Mónica Alladio, nacida bajo el signo de Piscis hace 43 años, abogada especialista en Recursos Humanos. "Lo utilizo en el trabajo y también para relacionarme. Es un indicador más, que puede generar que tome una decisión de contratación o de vincularme de una manera más estrecha con alguien." Seguramente haya influido que, cuando ella era chica, su mamá pegó un horóscopo con el día de su nacimiento en su álbum de fotos. "De repente lo leía y coincidía con las particularidades de mi personalidad. Me definía como una persona muy tenaz. Decía que las cosas me iban a costar, pero iba a terminar logrando mis objetivos. Soñadora, divertida. Así soy", asegura varios años después.



 
Ilustración: Eva Mastrogiulio. 

El horóscopo originariamente surgió como un modo de predicción de situaciones reales y concretas, aplicado a la biología y a la agricultura. Como comenta el psicoanalista Enrique Novelli, miembro titular en función didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina, se observaban a través del tiempo ciertas regularidades, y a partir de ahí se hacían predicciones. A la hora de pensar por qué interesa el horóscopo, Novelli explica que generalmente se le presta más atención a los aciertos que a los errores, y desde esta perspectiva se genera una cierta credibilidad sobre aquello que puede nacer como predicción.
Un ejemplo de esto es lo que le sucede a la artista plástica Magui Roccatagliata: "No voy a comprar la revista por el horóscopo, pero lo leo. Me intriga nomás, me lo olvido enseguida. Pero si justo coincide con algo que me pasa, me acuerdo", cuenta esta taurina de 33 años.

ENIGMAS A LA CARTA

Además del predominio en el recuerdo de los aciertos sobre los errores, aparece la necesidad de las personas de que todo tenga una explicación. "Los seres humanos siempre necesitamos un método explicativo de algo. A aquello que se nos aparece como caótico, que genera incertidumbre o frente a lo cual no encontramos respuesta, tratamos de responder a través de algún método que utilicemos. Pero el horóscopo se basa fundamentalmente en cuál puede ser la atracción o el efecto que pueden tener los astros sobre nosotros. No está nada comprobado científicamente." En este punto es donde, según él, aparece el pensamiento mágico, que siempre tiene carácter de omnipotente (como, por ejemplo, los razonamientos que pueden tener los chicos chiquitos).
¿Cuál es la razón por la cual creemos en una cuestión predictiva? Porque esa predicción estaría haciendo, en realidad, una traducción de lo que nosotros deseamos. "En este sentido, la creencia es más sobre nuestro deseo que sobre el método explicativo", especifica Novelli.
La astrología aborda diferentes cuestiones además del horóscopo, ya sea este occidental o chino, por ejemplo. La carta natal, la revolución solar, las sinastrías e incluso la no tan conocida carta dracónica, que viene a ser como una carta natal del alma, son también motivos de consulta. Quienes las utilizan aseguran hacerlo para conocerse mejor a sí mismos, resolver problemas o para tomar decisiones.
Mientras que el modelo del horóscopo es más predictivo, la carta astral supone encontrar la partícula más íntima y propia de una persona, que encima está relacionada con las fuerzas cósmicas. "No hay nada más personal que eso -comenta Algranti-. Es como dar con la fórmula de la combinación de cada uno. El horóscopo funciona con una lógica de predecir qué va a pasar y la carta natal con la especificidad."
Para Setton, la persona que se hace la carta astral está queriendo saber quién es. El que lee el horóscopo del diario no busca saber quién es. En todo caso, busca algo así como una fórmula que le permita vivir u orientarse en sus acciones de esa semana.
La revolución solar se puede hacer una vez por año, y abarca desde un cumpleaños hasta el siguiente de cada persona. Es como un mapa de ruta del año, donde se pueden ir viendo áreas que presentarán dificultades y áreas que resultará fácil transitar durante el año. "Para mí la revolución solar es un ahorro de energía. En lugar de seguir insistiendo en esta dirección cuando el cielo me está planteando o regalando otra cosa, tomo lo que hay y el resto veo cuándo llega. Me alineo con el cielo; es el principio de correspondencia", dice la astróloga Leonor Nietzschmann.
¿Y de qué se ocupan las sinastrías? Se trata de herramientas que buscan analizar los vínculos que unen a una pareja o los establecidos entre familiares o socios de trabajo. "Las sinastrías son perfectas. Es lo mismo que la química. Una carta es un estudio de energías. Entonces, yo tomo dos cartas y realizo un estudio muy complejo y altamente especializado -cuenta Nietzschmann-. Uno ve los dos cuerpos energéticos y observa cómo encastran, como dos átomos que se juntan y forman una molécula más compleja; ahí ves las cosas que se encastran armoniosamente y aquellas sobre las que hay que trabajar. Es maravilloso, una de las cosas que más me apasionan. Las parejas alquímicas son las que están dispuestas a seguir trabajando en el vínculo, lo que requiere trabajo, esfuerzo y responsabilidad." Como en tantas otras cosas, el arte de los astros también pasa por creer en el propio deseo.

LOS ASTROS Y YO

  • Federico Alhadeff
    Hotelero (30)
    Géminis
    "Leo el horóscopo los domingos porque me divierte. En temas de plata, cuando hay época de vacas flacas me siento identificado. Cuando me pronostican algún viaje me encanta y hago lo posible para que se cumpla."
  • Magui Roccatagliata
    Artista plástica (33)
    Tauro
    "Me gusta leerlo, me divierte ver qué dice. Leo mi horóscopo y el de mis hijos, cuando estamos juntos compartimos ese momento."
  • Mónica Alladio
    Abogada especialista en Recursos Humanos (43)
    Piscis
    "Considero que la astrología es una ciencia. La utilizo en el trabajo y también para relacionarme. Es un indicador más."
  • Susana Giorgi
    Escritora (60)
    Capricornio
    "Me ha pasado leer en el horóscopo: se va a encontrar con alguien que hace mucho que no ve, y justo me encuentro con alguien que hace veinte años no veía. Este año, que cumplí 60, fui leyendo varios horóscopos. El horóscopo chino generalmente es el que más me gusta; es como un oráculo."

ASÍ TRABAJA, CADA SEMANA, KIRÓN

La astróloga de la Revista, Marion Berguenfeld, más conocida como Kirón, explica cómo prepara cada semana el horóscopo para sus lectores, y cómo los tránsitos de los planetas, el sol y la luna pueden traducirse en determinadas predicciones.
El horóscopo se hace con dos o tres semanas de anticipación. Lo primero es ubicar dónde van a estar Marte y Mercurio, si hay cambio de sol, si hay alguna luna llena. Se toma en cuenta el sol de la persona, que es lo que determina de qué signo es y eso se compara con los planetas que hay en tránsito en ese momento, en esa semana.
"Hay tres planetas que son los que se mueven cada semana o cada quince días: Marte, Venus y Mercurio -explica la astróloga-. Marte y Venus tienen que ver con las cuestiones amorosas. Marte está vinculado con el deseo, con lo masculino, pero también tiene que ver con la energía, con la fuerza. Mercurio está muy relacionado con las cuestiones laborales, los viajes, los exámenes, los estudios." Asimismo, Kirón cuenta que, para la astrología, la luna, que cambia cada dos días, está relacionada con lo emocional. La luna llena es el momento en el que el sol y la luna están frente a frente. Esto quiere decir que es un momento en el cual lo más consciente y lo más inconsciente, lo más racional y lo más emocional, están enfrentados; por eso es un momento tan intenso. En las semanas de luna llena, las cuestiones emocionales suelen tener un acento especial.
¿Otras sugerencias? Kirón indica que la luna creciente se interpreta como auspiciosa para empezar cosas nuevas: una relación, la firma de un contrato. También aconseja casarse con luna creciente y no con luna llena. Pero a la hora de concebir bebes, se dice que hay una mayor cantidad con luna llena, momento en que el sol y la luna están en equilibrio.
El cambio de sol se da cada mes. El sol en determinado signo aporta un énfasis especial. El mes del cumpleaños es un mes intenso, con muchos logros, propicio para cerrar y abrir cosas nuevas.
Algo muy básico que se observa en relación a los signos es el elemento que los rige: hay tres de fuego (Aries, Leo y Sagitario), tres de agua (Cáncer, Escorpio y Piscis), tres de aire (Géminis, Libra y Acuario) y tres de tierra (Tauro, Virgo y Capricornio). El agua está vinculada a las emociones; la tierra vinculada a lo concreto. El aire tiene que ver con la comunicación y la palabra. Y el fuego, con el deseo, la pasión y la energía vital.
Kirón explica que es diferente el proceso al hacer un horóscopo general o una carta astral. En el caso de esta última es como si el astrólogo tuviese un montón de relojes al mismo tiempo, como en la película Matrix. El desafío es hacer una suerte de síntesis de todos esos ciclos, mediante cálculos matemáticos. "Es muy matemática la cuestión de la astrología", asegura.
Lo que se observa en las cartas natales son las coincidencias. Por ejemplo, si tanto la luna y Venus, que son los dos planetas que tienen que ver con lo femenino, están en Escorpio, esto se interpreta como posibilidad de temas intensos, celos; en el caso de los hombres, temas con las mujeres. Cuando coincide más de una energía, "es como si algo estuviese con resaltador"..